Cambios drásticos en el estado de ánimo o irritabilidad constante
Un cambio de humor en la adolescencia es normal. Pero cuando ese cambio se vuelve extremo, constante o está acompañado de agresividad verbal, frustración permanente o incluso actitudes desafiantes hacia la autoridad, es importante observar con más profundidad.
Muchos adolescentes que sufren bullying en el colegio o instituto desarrollan una hiperreacción emocional como mecanismo de defensa. Saltan a la mínima, se enfadan sin razón aparente o se vuelven irascibles con sus padres. No es que no te soporten: es que no se soportan a sí mismos en esa situación.
Otros chicos y chicas que comienzan a consumir sustancias como vía de evasión también presentan estos cambios. La irritabilidad no solo proviene del consumo en sí, sino también del sentimiento de culpa o el miedo a ser descubiertos.
👉 Lo que puedes observar: explosiones de ira repentinas, frases como “nadie me entiende”, “me da igual todo”, o discusiones constantes sin motivo claro.
La hiperreacción emocional puede disfrazarse como mecanismo de defensa
Pérdida de interés por actividades antes motivadoras
Uno de los indicadores más evidentes de que algo no va bien es el abandono de hobbies o actividades que antes disfrutaban. La música, el deporte, el dibujo, el grupo de teatro, incluso salir con sus amigos… si todo eso desaparece de un día para otro, probablemente estemos ante un síntoma de apatía emocional.
En algunos casos esto puede ser la antesala de una depresión leve o moderada. En otros, puede deberse a una situación de rechazo social que hace que el adolescente no quiera exponerse más al grupo.
👉 Lo que puedes observar: se quedan en casa aunque tengan planes, dejan de practicar su actividad favorita, dicen “no tengo ganas de nada” o simplemente permanecen pasivos la mayor parte del día.
Dificultad para dormir, aislamiento social o absentismo escolar
Estos tres elementos suelen ir de la mano. La alteración del sueño es un síntoma habitual de ansiedad o malestar emocional. Y muchas veces, cuando el adolescente no descansa, tampoco quiere ir al colegio. El absentismo puede comenzar con excusas puntuales, pero si se convierte en una constante, conviene abordarlo cuanto antes.
Este patrón es especialmente frecuente en adolescentes que sufren acoso escolar o que tienen una carga emocional que no saben gestionar. A veces no hablan de lo que ocurre, pero el cuerpo habla por ellos.
👉 Lo que puedes observar: se acuestan muy tarde, se despiertan varias veces en la noche, no quieren levantarse por las mañanas, tienen dolores físicos sin causa médica clara (dolor de cabeza o estómago), y empiezan a faltar al colegio con frecuencia.
Baja autoestima o expresiones de desesperanza
“Soy una mierda”, “nunca voy a lograr nada”, “ojalá no estuviera aquí”. Frases como estas deberían ponernos en alerta inmediatamente. No significa que el adolescente esté en riesgo inminente, pero sí está expresando que algo dentro de él o ella se ha roto, y necesita ayuda.
En muchas ocasiones, detrás de la baja autoestima encontramos comparaciones constantes con sus iguales (especialmente en redes sociales), fracasos escolares que afectan a su autoconcepto, o vivencias de rechazo.
Algunos adolescentes que no encuentran su lugar en el mundo terminan desarrollando una visión muy negativa de sí mismos. Y si eso se sostiene en el tiempo, puede derivar en problemas más serios.
👉 Lo que puedes observar: autocríticas constantes, miedo a fallar, negación a intentar cosas nuevas por miedo al rechazo, y en casos más graves, ideación suicida o autolesiones.
Consumo de pantallas como escape emocional
Las pantallas no son el problema. El problema es cómo se utilizan. Muchos adolescentes se refugian en TikTok, videojuegos, YouTube o Instagram para no sentir lo que les está ocurriendo. A través del consumo digital se desconectan de su tristeza, de su ansiedad o de la sensación de no pertenecer.
Cuando la pantalla se convierte en un escudo emocional, es momento de intervenir. No para castigar o restringir sin sentido, sino para entender qué hay detrás de esa necesidad compulsiva de evadirse.
👉 Lo que puedes observar: pasan muchas horas frente a pantallas, reaccionan mal cuando se les pide que desconecten, utilizan frases como “déjame en paz” o “ahí sí que soy yo” refiriéndose a juegos o redes, y dejan de tener contacto real con su entorno.
¿Qué podemos hacer si detectamos estas señales en adolescentes?
Lo primero es no minimizar lo que vemos. Si algo nos llama la atención, si intuimos que nuestro hijo o hija no está bien, confiemos en esa intuición. Hablar desde la calma, ofrecer escucha sin juicio y mostrar disponibilidad emocional son los primeros pasos.
En muchos casos, una orientación profesional puede marcar la diferencia. La terapia con adolescentes no es solo un espacio para “hablar de lo que les pasa”, sino un entorno donde aprenden a conocerse, nombrar lo que sienten y desarrollar estrategias reales para afrontar su día a día.
Y ¿si las señales no son tan evidentes?
Las señales de alarma en adolescentes no siempre son evidentes. A veces se esconden tras un “no me pasa nada” o un “déjame en paz”. Pero si aprendemos a leer entre líneas, podemos acompañarlos mejor. No se trata de controlar su vida, sino de crear puentes para que no caminen solos en los momentos difíciles.
Si detectas alguno de estos comportamientos en tu entorno, te animo a pedir ayuda a un psicoterapeuta. La adolescencia no tiene por qué vivirse desde la angustia. Con el apoyo adecuado, puede ser una etapa de autoconocimiento, fortaleza y crecimiento.




